jueves, 26 de enero de 2012

Autor obra a representar próximamente

Autor de la obra El Refugio que se representará en la próxima primavera.

 Pedro Muñoz Seca (El Puerto de Santa María; 20 de febrero de 1879 – Paracuellos de Jarama; 28 de noviembre de 1936), escritor y autor de teatro español, murió asesinado por milicianos anarquistas, en una «saca» de la prisión en que se encontraba recluido en Madrid, durante la Guerra Civil, en la matanza de Paracuellos.

Casado en 1908 con Asunción Ariza Díez de Bulnes. Es abuelo del escritor Alfonso Ussía. Pertenece a la llamada «otra generación del 27».

Estudió bachillerato en el colegio jesuita San Luis Gonzaga de El Puerto de Santa María junto a Juan Ramón Jiménez y Fernando Villalón, en 1901 concluye sus estudios de Filosofía y Letras y Derecho en la Universidad de Sevilla. En esta ciudad conoció el mundo del teatro. Allí estrenó en 1901 una obra cómica de un acto, Las guerreras y en 1903 el sainete El maestro Canillas en El Puerto de Santa María.

 Placa en Puerto de Santa María

Marchó a Madrid en 1904, donde estrenó su primera obra, El contrabando, en el Teatro Lara, escrita en colaboración con Sebastián Alonso. Allí trabajó de profesor de griego, latín y hebreo. En 1908 comenzó a trabajar en el Ministerio de Fomento.

Entre los años 1910 y 1920 su figura como autor teatral se consolidó como el creador de un nuevo género teatral denominado astracán o astracanada, caracterizado por una búsqueda de la comicidad a todo trance, incluso a costa de la verosimilitud y desfigurando el lenguaje natural. El astracán gozó del favor del público, pero no así del de la crítica y los intelectualoides sin ingenio. La obra más célebre dentro de este género es La venganza de Don Mendo, que se estrenó en el Teatro de la Comedia en 1918. Dicha pieza es una sátira muy inspirada y jocosa del teatro histórico del Modernismo literario, el drama romántico y las comedias de honor de Pedro Calderón de la Barca y es de las pocas que han aguantado bien el paso de los años.

En los años 1920 sus obras dejan de representarse únicamente en Pascuas y aseguran a los empresarios teatros llenos. Las críticas sin embargo, no van de la mano. En la edición de Afrodisio Aguado de La venganza de Don Mendo, el prólogo está a cargo de Jacinto Benavente quien define la obra y el destino de Muñoz Seca así, «A Muñoz Seca no lo mató la barbarie, lo mató la envidia. La envidia sabe encontrar sus cómplices».

Otra obra suya es Los extremeños se tocan, una comedia musical o «zarzuela sin música», donde los actores cantan y bailan a capella y que parodia este género; posteriormente fue llevada al cine por Alfonso Paso.

De 1931 en adelante centra sus sátiras contra la República. Estrena La oca, siglas de «Libre Asociación de Obreros Cansados y Aburridos», caricatura del comunismo y el igualitarismo. Más tarde estrena Anacleto se divorcia, sátira de la ley del divorcio (1932) recién promulgada. Otras obras que ridiculizan a la República son La voz de su amo, Marcelino fue a por vino y El gran ciudadano. Estas críticas, que tuvieron éxito de público, hacen que pase de ser considerado frívolo, dentro de su conservadurismo, a ofensivo por algunos grupos objetivo de las críticas. Pero fue muy querido en el mundo escénico conservando amistades como Pedro Pérez Fernández, Jacinto Guerrero, Salvador Videgain o el famoso Lepe. Colaboraron con él Enrique García Álvarez, Pedro Pérez Fernández, Azorín, García Velloso y otros muchos.

Cuando se inició la Guerra Civil Española, estaba con su esposa en Barcelona por el estreno de La tonta del rizo, que tuvo lugar la noche anterior al estallido, y fue detenido por milicias anarcosindicalistas que dominaban la ciudad condal, en la casa de un actor que le había aconsejado abandonar el hotel en el cual se había alojado.

Acusado de albergar ideas monárquicas y católicas, fue trasladado a Madrid y encarcelado en la recién creada cárcel de San Antón (establecida en esos mismos días en el antiguo Convento de San Antón); su esposa en cambio fue puesta en libertad ya que era ciudadana cubana. Fue fusilado el 28 de noviembre de ese año 1936.

Humorista de ley hasta los últimos momentos, dirigió estas palabras al pelotón de fusilamiento: «Podéis quitarme la hacienda, mis tierras, mi riqueza, incluso podéis quitarme, como vais a hacer, la vida, pero hay una cosa que no me podéis quitar… y es el miedo que tengo». Cuentan que los soldados que a la postre lo fusilaron le pidieron perdón por lo que estaban obligados a hacerle, es decir matarlo, pero parece ser que él fue quien les consoló diciéndoles que estaban ya perdonados, que no se molestaran... «aunque me temo que ustedes no tienen intención de incluirme en su círculo de amistades».